miércoles, 14 de marzo de 2012

Sí, mi capitán.

Hoy escribo por los sueños olvidados. Por las miradas perdidas, los besos incompletos y las personas imperfectas. Hoy escribo por todas esas cosas que nos quedan por hacer a todos y a cada uno de nosotros.

 Hoy escribo por, para y sobre él. El fan incondicional de cada letra del abecedario de mi teclado.  Y mira que hace poco llegué a pensar que no me quedaba nada más por decir, pero aquí estoy, porque en esta vida se dicen, se piensan y se hacen muchas tonterías.

Hoy escribo por sus ojos, que siempre ven mucho más allá que los míos. Por cada palabra muda que ha salido de su boca y que ha retumbado en mí hasta calarme hondo. Pero sobre todo, por los planes que nunca podremos hacer pero que nos encanta prometernos, a día de hoy.

Hoy escribo por su fuerza, por sus ganas, por su afán de soñador empedernido. Por su sonrisa, que ha iluminado el mundo desde una pequeña habitación de hospital durante meses. Por enfrentarse a las mareas, a los vientos y a los golpes del destino.

Sé que nunca tuviste tiempo para enseñarme a andar, hablar, leer o escribir, pero he aprendido de ti lecciones más valiosas e importantes. Gracias por enseñarme la vida en todos sus formatos. Gracias por enseñarme a luchar, hasta contra esa palabra que nos da tanto miedo. Pero sobre todo, gracias por enseñarme que para los ganadores como nosotros, no hay nada imposible en esta vida.

Prometo relevarte, capitán, aunque no podré manejar el timón tan bien como  lo has hecho tu. Prometo que todos los lugares que visites este último mes se quedarán con un trocito de tu esencia y prometo volver e impregnarme de ella. Prometo ser tus ojos, tu nariz y tu boca. Prometo vivir todas las cosas que te quedan por vivir a ti. Prometo no dejar que me hagan daño, otra vez (pero esta es la de verdad) y que me cuidaré sola, como me has enseñado.

Y es que hoy te escribo porque siempre me decías que la vida, a pesar de todo, es bella. Y a mí ahora me parece una auténtica mierda,  porque te echaré de menos, todos los días. Y aunque también decías que la hija del capitán nunca puede permitirse el lujo de llorar, quiero que entiendas que eso no puedo prometértelo. Pero sabes? Guardaré todas y cada una de esas lágrimas y las convertiré en sonrisas los días que mire al mar y este tranquilo.

Prometo no volver a despedirme más, porque duele demasiado. Sé feliz, dónde quiera que estés.
FDO: tu trozo de cielo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario